Vietnam de sur a norte (1) Saigón
Saigón
Mi llegada a Vietnam es a Saigón, la ciudad más poblada de Vietnam pero no su capital. Su nombre moderno, Ho chi Minh City es incómodo y demasiado largo así que se suele abreviar como HCMC.
En el vuelo hacia Vietnam he hecho amistad con 3 españoles que van a viajar por Vietnam, así que negociamos entre los 4 un taxi hasta el centro de la ciudad. Sabemos que el precio habitual habría de ser de unos 12 euros.
En los tenderetes del aeropuerto nos ofrecen una tarifa mucho más cara. Después de hablar con varias personas y regatear sin piedad conseguimos un precio de alrededor de 15 euros. Dado que somos 4 y venimos de un viaje largo nos damos por conformes.
Vamos hasta su hotel, que está cerca del mercado de Behn Markt. Ellos dejan las maletas, y yo que llevo una maleta-mochila bastante ligera les digo que les acompañaré a ver alguna cosa hasta poder entrar en mi alojamiento.
Saigón es Asia en estado puro. Una ciudad infinita y que nunca duerme. Da igual que sea por la mañana o tarde por la noche, siempre hay gente haciendo algo.
Caminar por la ciudad es una hazaña. Las motos, que inundan la carretera, están aparcadas también en las aceras. Cruzar una calle es jugarse el cuello. Había leído sobre ello pero hasta que no he llegado aquí no me he dado cuenta de que no era una exageración. Con o sin paso de cebra, con o sin semáforo, poco importa cuando nadie quiere respetar las normas de circulación y solo impera la ley del más fuerte. Es una ciudad hecha para las motos mucho más que por las personas.
El clima en Saigón es de mucho calor. Treinta y tantos grados, aunque no veo la humedad que vi cuando estuve en Thailandia. Quizá es simplemente la época del año, pero lo agradezco.
Tras caminar un rato, nos sentamos a tomar una cerveza. Me gustan esas cervezas asiáticas que suelen ser de medio litro. Saigón, como tantos otros lugares de Asia, no permite el aburrimiento, tal es la actividad de gente yendo y viniendo de un lugar a otro.
Después de la cerveza caminamos hacia el río. Bajamos por la calle Nguyen Hue. Es una especie de Rambla con un carril a cada lado y una gran zona peatonal en la parte del centro.
Está despejada a esa hora, pero ofrece mucha más tranquilidad que el resto de la ciudad. Acabamos en el río, pero me da la sensación de que Saigón siente cierta indiferencia hacia el río, y aunque hay algún barco turístico, no me parece que esté demasiado extendido su uso.
Los españoles que he conocido desean hacer en un día la excursión del Mekong y la de los túneles de Cuchi. Son las dos excursiones más habituales en Saigón. Yo prefiero hacerlas en dos días distintos, sobre todo porque quiero hacer una excursión del Mekong un poco más larga que incluye una visita a un mercado flotante. Ya tengo el vuelo hacia Da Nang, para dentro de tres días. Aunque son agradables, me encuentro más a gusto yendo a mi ritmo y a mi aire.
Me despido de ellos y me dirijo a mi alojamiento, un apartamento con una buena vista pero situado en la cuarta planta sin ascensor de un bloque que deja bastante que desear. Necesito ducharme, pero al hacerlo, compruebo con desagrado que se trata de un baño de esos en que todo se inunda cuando funciona la ducha. En poco rato tengo todo como si fuera una charca. Menos mal que allí, con el calor, todo se evapora fácilmente.
Por la noche salgo a dar una vuelta por Bui Vien, la calle peatonal. Es una versión estrecha e incómoda de la calle peatonal de Phuket en Thailandia. Es una calle llena de bares y restaurantes con las típicas mesas muy bajas que veré por todos los lugares de Vietnam. Es sábado y la circulación es casi imposible dada la poca amplitud de la calle y la cantidad de personas que caminan por allí. Para hacerlo todo más difícil, hay alguna que otra persona que intenta, contra las leyes de la física, pasar por allí con su moto. Camino con las manos en los bolsillos, es obvio que es un buen lugar para descuideros y aunque lo más importante está escondido en el alojamiento, no quiero perder el móvil ni la cartera con el dinero de uso cotidiano.
Dentro de la calle Bui Vien hay unos cuatro o cinco bares que son más grandes que los demás. Tienen en las puertas varias chicas que bailan de forma provocativa con botas altas y vestidos ajustados. El sonido atronador de la música se acompaña por los gritos de los camareros que tratan de convencerte de que te pares en su bar. En algún bar han cambiado a alguna de las chicas por un chico.
En los bares hay grupos de Vietnamitas de fiesta con bastantes personas. Aspiran el aire de un globo y ríen de manera muy evidente. También hay grupos de tamaño variable de occidentales, normalmente de muy poca edad. Por todos lados se ven parejas con aspecto de mochileros.
Me siento en uno de los bares que publicita sus cervezas por solo 20.000 dong (como un euro). No he comido apenas así que pido, además de la cerveza, un arroz frito0. Es bastante barato, como 4 euros al cambio y por ese dinero me puedo permitir el lujo de estar curioseando el movimiento de todas las personas que deambulan por ese camino de perdición que es Bui Vien.
En el bar un hombre de al lado brinda conmigo. Empezamos a hablar y me cuenta que es un alemán que ha vivido en diferentes países. Me cuenta que tiene mucho talento para la fotografía y que suele conocer a chicas ofreciendo hacerles una foto. Como muestra me enseña bastantes fotografías de un par de chicas rusas que dice que conoció en Phuket. Las chicas son atractivas y las fotografías me parecen bastante buenas.
Tras intentar descubrir en internet el lugar adecuado para tomarme una copa, y comprobando que muchos de los sitios recomendados han cerrado tras el Covid, voy al observatory. Parece que está cerca, pero estoy un rato caminando. El Observatory está en la última planta de un rascacielos. Hay vistas buenas pero no espectaculares. Las copas son bastante caras. Lo más razonable ( al margen de las cervezas) es pedir un poco de vodka sin combinar, así que me pido el vodka on the rocks. La terraza no está mal, y hay gente, pero en general son veinteañeros tanto extranjeros como vietnamitas. De nuevo veo los famosos globos. No siento curiosidad por ellos, primero porque no tomo drogas y segundo porque yendo solo, me parecería una imprudencia probar algo cuyos efectos desconozco.
En todo caso el cansancio tras el viaje se me hace cada vez más evidente y ya he contratado la excursión de los túneles de Cuchi para el día siguiente, así que decido irme a dormir.
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